Luego de la dura travesía de cruzar el Namib, me tomé una semana para reponer fuerzas en Windhoek, comer muy bien, hacer braai todas las noches con muy buenos amigos y amigas, y antes de volver a partir, iniciar el final del proceso de uno de los trámites más complicados para poder continuar con esta aventura por el oeste de Africa: obtener el visado de Angola. Sin mucho apuro, pasé el tiempo necesario para recuperarme antes de emprender el brutal camino que me esperaba por delante, un camino que sería muchísimo más demandante que el que ya había hecho para hasta llegar aquí.
Andando por los caminos del mundo