La falta de educación, si bien es un argumento de
mucha validez, tampoco alcanza por sí mismo para explicar todo el
problema. La educación en casi todo Mozambique es reducida a lo más
básico. Hay escuelitas rurales en todas las aldeas y eso es muy
positivo, pero sigue siendo en general muy limitada y no todos los
niños de las poblaciones rurales pueden fácilmente acceder a ella,
por consiguiente sus posibilidades de progreso son igualmente
limitadas. Aún así, los mozambiqueños son inherentemente
respetuosos y educados.
Colonialismo brutal, décadas de guerra civil,
hambrunas, destrucción, falta de infraestructura, todas también han
sido parte del pasado reciente de Mozambique como en el resto de los
países más sufridos de Africa y aún así, los mozambiqueños
reflejan una serenidad y una paz ante la vida que les toca que me
resulta como mínimo, admirable. Es como si nada lograra
preocuparlos realmente, ni ser motivo suficiente para renunciar a su
calidez humana. Haber pasado tiempo aquí, saber sobre sus
condiciones y su historia me hacen mirar atrás hacia experiencias
nefastas como las de Etiopía, y me convenzo aún más de que no,
aquellos no tienen excusa.
¿Cómo es esto posible entonces?¿Es posible que la
dignidad sea un valor intrínseco en algunas culturas y en otras no y
necesite ser cultivada através de la educación? No lo tengo muy
claro aún, pero gente como los mozambiqueños (y como los tibetanos
al otro lado del planeta) me hacen sospechar que así como dejé
Etiopía creyendo que hay quizás una suerte de gen “maligno”,
quizás “salvaje” en la naturaleza de su gente, que precede a las
circunstancias sociales, históricas y geográficas que moldean a una
cultura, también puede haber un gen de dignidad inherente que
antecede a dichas experiencias que determinan las características de
la gente.
Me llevo a Mozambique y a los mozambiqueños en el
corazón; me voy con el sentimiento de que me ha faltado pasar más
tiempo en este gigante país donde me he sentido tan cómodo, donde
he sido tratado con mucho respeto y calidez humana. Los mozambiqueños
podrán tener poco de cosas materiales para ofrecer, porque sus
posesiones son mínimas, pero mucha enseñanza para dar con su
dulzura y esa omnipresente serenidad que mantienen ante la adversidad
de la difícil vida que les toca; o bien enseñarnos algo muy distinto, como
hacernos pensar que sin importar las facilidades y las adversidades
que nos tocan, la vida es tan difícil (o fácil) como nosotros
queramos hacérnosla. Sí, sí, Mozambique está entre los primeros
puestos de lugares a los que volveré, por su gente, por sus espacios idílicos y por sus mangos.
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