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Mostrando las entradas de 2015

Paseo por la costa

A pocos kilómetros luego de salir del mato me volví a reencontrar una vez más con el océano atlántico en Benguela. Comenzaba una nueva etapa por este país del cual ya me había enamorado. Dejaba ya atrás la Angola de las tribus ancestrales y el clima árido para pasar a una Angola floreciente repartida asimétricamente entre rascacielos modernos acristalados y pobreza extrema. Un presente que tiene la disparidad necesaria para matar de un infarto repetidas veces a nuestro mismísimo Comandante Che Guevara de haber vivido para verlo. Retratado en las paredes de casi todo centro urbano angoleño, y símbolo de la lucha por los ideales de igualdad y justicia social, que en Angola alguna vez proclamaron sus actuales líderes en los tiempos de la independencia y la posterior guerra civil de 27 años de duración con el apoyo de Cuba, hoy su imagen icónica, como en muchos otros lados, no simboliza más que otro sueño que parece haber quedado enterrado bajo las patas de aquellos que añoran los e

El amor por el mato

Luego de atravesar 350 km del mato por una semana, llegué finalmente a Lubango muy cansado . Pero en vez de quedarme a descansar en la ciudad más grande del sur del país decidí continuar 15 km cuesta arriba hasta Humpata, un pueblito ubicado en una meseta a 1920 m de altura. Allí me recibió el Padre Sabino en la misión católica que se encuentra en el medio de un solitario bosque de eucaliptos.  Necesitaba reponer energías porque no estaba dispuesto a dejar el corazón tribal de Angola ; luego de unos días iría por más.

El corazón tribal de Angola

Llevaba casi dos meses de adrenalina pura, pedaleando por los caminos más remotos de Namibia, disfrutando en bella soledad de una naturaleza sublime a la vez que esgrimía a diario el acecho inminente de las fieras y lidiaba con la escasez de recursos. Cuando uno se acostumbra a vivir con esta dosis de estímulos, el problema es que es difícil volver atrás; uno siempre quiere más. Por eso, decidí continuar mi travesía hacia el norte, evitando la comodidad (y el aburrimiento) del camino asfaltado que cruza en Oshikango, optando en vez, por la ausencia total de caminos y entrar por el corazón del mato angoleño cruzando el río Cunene en Ruacaná. La aventura continuaba.

Final tribal

  10 horas como sardina en una furgoneta, a lo largo de un aburridísimo camino de asfalto, fue lo que me llevó deshacer 12 días de travesía en bicicleta por caminos brutales. Cuando no me queda otro remedio que tener que subirme a un transporte público, no dejo de preguntarme cómo hice para viajar tantos años por este medio. Es espantoso. La diferencia es abismal porque todo ocurre a una velocidad que ni la mente ni el cuerpo pueden realmente absorber lo que está ocurriendo. Es como volver al mundo donde se vive en un correr perpetuo (aún me pregunto con qué fin) y hasta en Namibia, se corre tanto por sus pocas rutas de asfalto, que la gente se lleva puestos hasta los elefantes. Cada vez que esto ocurre, la policía confisca los colmillos de marfil y el cuerpo es carneado en la ruta misma por la gente de una aldea entera que lo cenará por varios días consecutivos. Así fue cómo finalmente llegué de vuelta a Windhoek, queriendo "carnearme" las piernas del dolor en los

El canto de los leones

 Luego de la dura travesía de cruzar el Namib, me tomé una semana para reponer fuerzas en Windhoek, comer muy bien, hacer braai todas las noches con muy buenos amigos y amigas, y antes de volver a partir, iniciar el final del proceso de uno de los trámites más complicados para poder continuar con esta aventura por el oeste de Africa: obtener el visado de Angola. Sin mucho apuro, pasé el tiempo necesario para recuperarme antes de emprender el brutal camino que me esperaba por delante, un camino que sería muchísimo más demandante que el que ya había hecho para hasta llegar aquí.

La sublime belleza de la desolación

A lo largo de mis años de viajero he descubierto, sobre todo desde que comencé a viajar en bicicleta, que la esencia de un país y de una cultura yace en esa delicada transición que ocurre entre los puntos renombrados del mismos. Con el pasar del tiempo, he perdido casi el total interés, por lo menos cuando se trata de viajar propiamente dicho, en visitar atracciones turísticas, porque en ellas he comprobado una y otra vez que la cultura local se diluye en el juego perverso de la avaricia y la comercialización de la belleza. El resultado es encontrarse en lugares que si bien originalmente atesoran una belleza exquisita, toda la estructura que se ha desarrollado a su alrededor los vuelve muy difíciles de disfrutar en un estado medianamente puro.

Disfruta el silencio

All I've ever wanted... All I've ever needed... it's here in my arms.... words are very unnecessary... they can only do harm... -Enjoy the silence - Depeche Mode (todo lo que siempre he querido... todo lo que siempre he necesitado... está aquí en mis brazos... las palabras son tan innecesarias.. sólo pueden hacer daño..                                                     -Disfruta del silencio – Depeche Mode )  Para cuando llegué a Vioolsdrif, el puesto fronterizo sudafricano, ya todo el paisaje y los fenómenos atmosféricos a mi alrededor se habían transformado; un atardecer extra-planetario indicaba mi rumbo: Namibia; y ese cielo multicolor de nubes estiradas como finas fibras de seda, sobre un desierto rocoso de arbustos secos y colores opacos, era el claro anuncio de que una nueva dimensión y un espacio único me estaban esperando. Ya había escuchado repetidas veces hablar de la belleza de Namibia, pero ya he estado también en decenas

Sudáfrica mía

 Luego de despedir a mi papá en el aeropuerto de Ciudad del Cabo, mis vacaciones han llegado a su fin y es hora de prepararme finalmente para iniciar esta nueva larga etapa por la costa oeste del continente africano. Tengo 15 meses para llegar a Andalucía a lo largo de unos 20 países de Africa occidental y sé muy bien que la travesía será decididamente más dura que la ruta este que hace poco acabo de terminar. Paso mis últimos días en Ciudad del Cabo poniendo a punto la bici, consiguiendo repuestos que necesitaré al andar y disfrutando de esta ciudad de exquisita belleza que tan signficativa es para quienes damos la vuelta entera a este continente. Mi cuerpo está muy fuerte, pero mi mente aún no tanto, sigue atrapada en un pasado añorado que nunca vuelve. 

Vacaciones

Ya desde el primer momento en que emprendí este viaje, tenía contemplada la idea de volar a Buenos Aires una vez que llegara a Ciudad del Cabo, a tomarme unas vacaciones para visitar a mi familia y a mis amigos. No podría haber sido un momento más perfecto para eso, porque una vez pasada la euforia de la llegada, para cuando completé la travesía a lo largo de la primera mitad del continente africano, y a los 33.457 km de este viaje, el cansancio y un pasado reciente de dolor que no se va, se cernieron con fuerza sobre mí. Necesitaba la compañía de mi gente, y a Buenos Aires para descansar y reflexionar; encontré la primera pero no la segunda.

Africa Uno

Nota: Para quienes quieran disfrutar el video en alta calidad de imagen y sonido, sin sufrir la mala calidad de YouTube, los invito a que se lo bajen a su compu de aquí   (es probable que de tanto en tanto el link esté de baja) Luego de finalizada la etapa por Asia de este viaje en el km 17.150, el 21 de marzo de 2014 partimos de El Cairo y el 2 de marzo de 2015 llegué a Ciudad del Cabo en el km 33.457. Partimos y llegué; solíamos ser dos pero sin quererlo volví nuevamente a ser uno, porque así son las caprichosas vueltas de esta impermanente vida.   Por motivos personales, y por mi propia salud emocional, he decidido incluirme solamente a mí mismo en este video, aunque eso no quita la infinita belleza (y alegría) del trayecto desde China hasta Malawi, de no haber sido así, ciertamente hubiera sido mucho más fácil hacerlo.  El fin de este video es ponerle nuevamente imágenes en movimiento a las palabras que escribo; en esta ocasión a la primera mitad del cruce de Africa. Hay

La (agri)dulce alegría de la llegada

  Cuando volví a cruzar la frontera para entrar de vuelta en Sudáfrica, todo el verde brillante que me había acompañado desde Kwazulu Natal y a través de Lesotho, se había transformado completamente en amarillo. Las montañas dejaron de estar alrededor mío envolviéndome, para pasar a estar siempre en el horizonte lejano de un paisaje vasto y mayormente plano. El cambio visual y geográfico una vez que bajé de las altas cumbres fue radical, había entrado en el Gran Karoo y ahora me quedaban unos infinitos 1300 km hasta llegar al final de esta primera mitad de Africa. 

El reino rompe cuadriceps

    Mirando un mapa de Africa, es tan sólo un puntito perdido en la inmensidad de un continente; tan pequeño que es bien fácil pasarlo por alto. Es una peca que se llama Lesotho, apodado el Reino de las Montañas y allí, como si fuera un mundo separado del mundo cual cuento de hadas, entré por su portal de entrada más alto, el paso Sani a casi 3000 m de altura. Un paso tan maravilloso como brutal y que aún así no sería más que el aperitivo perfecto, una breve introducción no más, para lo que sería una sucesión interminable de pasos escabrosos de paliza que tendría que sortear para atravesar este diminuto reino de pastores de las altas cumbres. 

inSANIdad de paso

Es raro comenzar un día luego de haber pasado una noche en la que definitivamente creías que había llegado tu momento de dejar el mundo, pero el amanecer deslumbrante en la base del paso Sani me motivó a seguir adelante sin mirar para atrás a aquel momento de terror que había pasado. Luego de que el fuerte sonido del sello de salida golpeando contra la mesa me sacará de mi estado obnubilado en el puesto fronterizo sudafricano, sólo me quedaban 8 km por delante en tierra de nadie hasta alcanzar el puesto de Lesotho. Pero no serían 8 km cualquiera, serían los 8 km del famoso paso Sani, uno de los más rigurosos que me tocaría hacer hasta el momento.   

Cabalga los relámpagos

  Flash before my eyes Now it's time to die Burning in my brain I can feel the flame Ride the lightning (cabalga los relámpagos) - Metallica -   Es imposible realmente poder prever cuándo puede llegar nuestro momento, ese momento, aquel que todos en mayor o menor medida tememos. Podemos ir por la vida tratando de ignorar que llegará para no vivir preocupados, o bien podemos vivir preocupados para intentar fútilmente evitarlo. Sea cual sea la actitud, todos sabemos sobre su eventual inevitabilidad. Cuando salí en camino a Lesotho, en mi cabeza existía todo, menos la posibilidad de estar remotamente cerca de la muerte y lo que recordaría pocos días después es que la muerte está siempre, potencialmente cerca nuestro en todo momento.

Salir de Africa

Finalmente, luego de 10 meses de cruzar el este de Africa llegué a Sudáfrica, la gran, y probablemente la única potencia industrial que tiene este continente, y el último país para completar esta primera etapa de la vuelta a Africa. Honestamente hablando, nunca me había llamado realmente la atención visitar este país, pero al encontrarse en el camino de esta larga travesía, tampoco era cuestión de esquivarlo. Es cierto que el que no ve, no sabe, pero hoy, luego de haber pasado dos meses en este país por el que originalmente no había tenido mucho interés, tengo la certeza de que no haber venido hubiera sido perderme de uno de los mejores regalos de viajar, porque durante toda mi estadía en Sudáfrica, me enamoré todos los días un poco más de este país y de su gente, volviéndolo indiscutiblemente, uno de mis favoritos en el mundo.

En un abrir y cerrar de ojos

  Cuando abrí los ojos al cruzar la frontera entré en Suazilandia, luego pestaneé y al abrirlos de vuelta ya me encontraba en la frontera Sudafricana. Esa es la sensación que me dejó mi fugaz paso por aquí. Suazilandia es un país del tamaño de una peca en este gigante continente, y tengo la certeza que la gran mayoría de la gente en este mundo ni siquiera tiene idea que existe. Necesité poco menos de dos días para cruzarlo entero de punta a punta. Ni su geografía de colinas, ni el mal clima que me tocó fueron suficientes para extender mi estadía un día más.

El ejemplo de Mozambique

Mozambique es la prueba fidedigna de que la mera pobreza material no es excusa suficiente para justificar el problema endémico de la enfermiza demanda de dinero al hombre blanco (por definición asumido como rico) que ocurre invariablemente en casi todos los países de Africa subsahariana. Mozambique, es uno de los países más pobres de Africa y en consencuencia del mundo, sin embargo, aquí parece haber una dignidad inherente en los mozambiqueños que no los lleva a estar sumidos en esa constante obsesión de creer que todo hombre blanco debe regalarles dinero y cosas. Tampoco apelan a la imágen de la lástima por sus carencias materiales, ni al infame recurso de generar culpa por las atrocidades que el hombre blanco ha cometido (y aún comete) en Africa, contra su gente, entiéndase, los negros.

La simpleza de la vida

  Mozambique es probablemente uno de los países del mundo a los que más había ansiado llegar. Soñaba con un país verde, exuberante, de largos estrechos de playas idílicas deshabitadas a lo largo de su extensa costa sobre el sur del oceáno Indico y mayormente vacío. En lo que respecta al aspecto humano, no tenía una imagen muy definida de cómo sería su gente y sólo podía tratar de hacerme una idea asociándola a la gente que ya conocía del resto de Africa. Sin embargo, no tardé mucho en darme cuenta que los mozambiqueños serían completamente distintos, en el más positivo de los aspectos, al resto de los Africanos que conocí hasta el momento.

El jardín de Africa

  Luego de pasar semanas en el bush , la llegada a Zimbabue trae una muy bienvenida ruptura con la monotonía. Sin embargo, no sabía muy bien qué esperar de este país, tan famoso por el inmortal Robert Mugabe su presidente todopoderoso, que cada tanto hace eco en las noticias cuando lleva a cabo algún nuevo capricho para poder seguir enquistado en el poder, aún con sus lúcidos 94 años y luego de 35 controlando el país a su antojo. No suelo llegar a un país con tan pocas referencias, pero en este caso en particular en el que no venía con la cabeza con ánimos para investigar, decidí dejarme sorprender; y a veces es bueno hacerlo.

"Te van a hacer barbacoa"

Luego de pasar la Navidad en Livingstone junto al Padre John, continué mi camino con el ánimo un poco más fortalecido. Pedalear con el corazón roto no es tarea fácil, pero una vez que cruzara el legendario río Zambezi en Kazungula, comprobaría que al entrar en el zoológico, poco sería el espacio que me quedaría para acordarme de las penas. Porque allí en Botswana, donde hay más animales salvajes sueltos por el bush que personas, todo se trataría de rodar mi bicicleta procurando no alterar a las fieras, no morir en el intento y llegar sano y salvo al 2015.

Zambia no tiene la culpa

 Finalmente llegamos a Zambia, donde oficialmente entramos en el sur de África. Pero con la llegada a este nuevo país también llegarían cambios fuertes, un cambio que jamás hubiera imaginado real pero que devino inminente; tan fuerte que para cuando uno pudo avistarlo ya era demasiado tarde para poder revertirlo. Zambia sería un país hermoso, pero que estaría signado por el dolor del cambio. 

Caminar sobre el agua

  35 días habían pasado solamente desde nuestro retorno a Africa, pero fue tan intenso lo vivido en estos últimos 4 países que bien pudieron haber sido 350. Acumulamos más de 2000 km de montañas exuberantes, lagos azules cristalinos, selva africana, sabana y bush repleto de animales salvajes. Demás está decir entonces, que para cuando llegamos a Mbeya, una ciudad grande al sur de Tanzania nosotros necesitábamos un merecido descanso, cuando Josefina, la hermana de Julia quien vino a visitarnos, ya estaba lista para salir. Afortunadamente, la recompensa de caminos tan duros no terminaría en dos días de buena cama y comida sino en Malawi, uno de los países más bonitos, tranquilos y fáciles para pedalear de todo Africa. Particularmente ahora, que con Josefina de compañía debíamos reducir notablemente nuestro paso de guerreros, para que ella pudiera seguirnos.

Redefiniendo el safari

Cuando pensamos en Tanzania, lo primero que nos viene a la cabeza son las imágenes poéticas de los animales salvajes deambulando por la inmensa sabana del Serengueti durante las migraciones anuales, la cima nevada del siempre omnipresente monte Kilimanjaro y las idílicas playas de Zanzibar, sus sitios turísticos por excelencia ubicados al este del país. Sin embargo, raramente hemos escuchado historias provenientes del oeste tanzano, donde los estrechos sin población se extienden por centenas de kilómetros, y quienes habitan la selva, el bush y las costas vírgenes del lago Tanganyka son los animales salvajes y la gente de las tribus alejados de todo contacto con el turismo en masa. No importa cuán bonitas sean las imágenes del este, tan conocidas por haber sido fotografiadas hasta las nauseas, es este estrecho de 1000 km inhóspitos y salvajes que se extiende desde la frontera de Burundi hasta la de Malawi, el que más me cautiva y por allí fuimos.

Si el dinero hace falta, se pide

A veces deben suceder tragedias humanitarias como los genocidios para que ciertos países, irrelevantes ( y a veces desconocidos absolutamente) para casi la mayoría de la gente, aparezcan en el mapa de la humanidad, como es el caso de Ruanda, que de la mano de su brutal genocidio de 1994 ha entrado en la memoria de la historia para siempre. Pero hay casos en los que no importa cuánto sufrimiento ocurra, ni siquiera llegan a tener el privilegio de ser notados por un mundo que ignora lo que no le importa, como es el caso del país vecino de Ruanda. Burundi ha contado con su propio genocidio, también entre Hutus y Tutsis, seguidos por décadas de guerra civil, hambre y pobreza, pero son muy pocos los que parecen haberse enterado. La pregunta más frecuente que recibo cuando digo "Burundi" es: ¿Y eso qué es? Al país olvidado entramos luego de salir de Ruanda.

El país de las mil formas de sufrimiento

En el año 94, cuando tenía 16 años, un remoto país africano prácticamente desconocido por los sudamericanos, de repente hacía eco en las noticias. Es poco o nada lo que se publica sobre Africa en mi país de origen, por eso tengo recuerdos vagos de aquel momento, pero lo que sí recuerdo perfectamente, es que se trataba de una nueva historia trágica que venía del continente negro (después de todo, lo malo es lo único que se escucha de allí). Lo que no supe sino hasta bastante más tarde en mi vida, era la magnitud de la tragedia que ocurría en Ruanda por aquellos días. Por eso fue inevitable llegar a este diminuto país con una imagen de profundo dolor. 

Tierra de volcanes

Nunca deja de sorprenderme la velocidad a la que puede transformarse un camino. Luego de tres días de cruzar el parque Elizabeth por la sabana, seguida por la selva a lo largo de su bellísimo camino solitario lleno de animales, llegamos finalmente a una remota aldea donde las simpleza del camino plano abruptamente devendría en un infierno de pendientes resbalosas. Comenzaríamos el arduo camino hacia la remota región de los Virungas, aquel misterioso lugar donde Dian Fossey, la f amosa zoóloga estadounidense pasó 18 años estudiando y protegiendo a los gorilas de la montaña. 

Un nuevo comienzo

35 días en el primer mundo He nacido, sido criado y vivido hasta los 28 años en uno de los llamados "países en desarrollo", aquella relativamente nueva manera, tan política e hipócrita, con la cual los economistas de los países ricos se refieren básicamente al tercer mundo. Soy un tercermundista de Argentina y he repartido casi toda mi vida entre el subdesarrollo sudamericano y el asiático, por lo tanto cada vez que visito el tan noblemente llamado "primer mundo", es cuando a mí me llega más que nunca lo que se conoce como un shock cultural, el efecto inverso que le puede provocar a muchos primer mundistas cuando se horrorizan al aterrizar en un país pobre, tan ajeno a ellos. El primero de todos los mundos, donde todo es ordenado, limpio y "civilizado"  (al menos a primera vista) es el que a mí me resulta realmente exótico y viniendo luego de ya varios meses en Africa, el choque es aún más pronunciado. 

Acostar al otro

Durante la segunda estadía en Khartoum y una vez pasados ya los 7 exhaustivos días de festejos ininterrumpidos de la boda, pudimos concretar una visita a un evento que había quedado pendiente en nuestra primera pasado por la ciudad.  Todos los viernes, en un lejano suburbio del distrito de Bahri una multitud de hombres ávidos de acción se congrega en un estadio local para presenciar una de las formas más antiguas de lucha, las luchas nubias. Luego de haber pasado bastante tiempo conviviendo con los nubios y deleitarnos con su enorme afecto, resulta muy pero muy difícil asociarlos con la palabra lucha. De todos modos, si bien es claramente un deporte de fricción, no es un deporte necesariamente violento. El objetivo de la lucha es básicamente acostar en el piso al oponente pero sin golpes. Originalmente, los nubios luchaban desnudos, cubiertos en cenizas y con las manos impregnadas en un aceite de vaca que les permitía sujetar mejor al contrincante. Hace décadas el gobierno prohi

El feliz retorno a Sudán

Varias entradas atrás a medida que contaba nuestra travesía por Sudán, he dedicado gran parte de mis relatos a expresar la inconmensurable hospitalidad de los sudaneses, quienes en cada rincón del país nos han tocado el corazón de una manera tal que nos llevó a pasar allí muchísimo más tiempo del que teníamos planeado. Nuestra estadía en Sudán, como en la de cada país, comenzó como la de simples viajeros, sin embargo terminó transformándose en un visita casi de familia. Tal es así que para cuando dejamos Khartoum, ya sabíamos que volveríamos pronto. Ahmed, nuestro maravilloso amigo se casaría en Agosto, y consideró que nuestra presencia en su boda era indispensable. Por eso decidió pagarnos a ambos un pasaje desde donde estuviéramos para poder volar a Khartoum para la celebración de su boda. Nosotros aceptamos sin ninguna duda porque de esto se trata viajar, de sorprenderse, de cambiar el rumbo, de sentar lazos por el mundo y extender nuestra propia familia. 

Hacia Africa negra

Con la llegada a Lodwar salimos finalmente de la trampa de arena que significó entrar a Kenia cruzando por la huella que conduce a lo largo de la orilla oeste del lago Turkana. En esta pequeña ciudad creíamos que lo peor ya había pasado, pero la salida de Lodwar demostraría que tan sólo estábamos pasando a una nueva etapa muy dura en nuestro camino hacia Africa negra.

Tierra de guerreros

Haber llegado al valle de Omo había sido ya de por sí un traslado en tiempo y espacio a una dimensión completamente diferente a lo que había experimentado alguna vez. Sin embargo, dicha experiencia estuvo teñida por los efectos profundamente negativos que tiene el turismo en esa región. Pero al cruzar el río Omo en Omorate todo se transformaría radicalmente. Allí, ya con el sello de salida de Etiopía en el pasaporte, cargamos las bicicletas en una canoa tradicional Dassanech para cruzar el legendario río y emprender uno de los estrechos más rigurosos, remotos e impredecibles de todo el este de África: la inestable tierra de nadie de la triple frontera entre Etiopía, Kenia y Sudán del Sur. Pocos momentos había esperado con tanta ansiedad en mi vida como este y estaba por recibir finalmente la buena dosis de adrenalina que traería consigo.

Nunca más Etiopía

  Liberación. Con el GPS en mano determiné el punto exacto en el cual arrodillarme justo detrás de la línea fronteriza. Aquí estoy en Kenia, desbordado de felicidad y enviando a toda Etiopía mi más cálida señal de despedida     He pensado más de una docena de posibles títulos para hacer este texto de cierre sobre Etiopía. Entre todas las aberraciones posibles que me vinieron a la mente, el más ligero y que considero el original es: "Vete a la mierda Etiopía". Sin embargo, he dejado sabiamente pasar 6 meses para escribir sobre este país con el fin de poder evitar que sean mis instintos más bajos y mis pensamientos más oscuros los que dictaran las palabras que hoy escribo. Por eso he decidido ir por la versión más moderada de título: "Nunca más Etiopía" y muy moderadas también han sido las palabras más duras que he escrito en todos los textos que precedieron a este. 

El circo de Omo

ADVERTENCIA: muchos de los comentarios y opiniones que leerán a continuación podrán resultar muy ásperos, pero prometo que son el más fidedigno reflejo de la experiencia frecuentemente miserable de cruzar Etiopía en bicicleta. Dada la radical diferencia que existe entre quienes viajamos en bicicleta por este país (y de aquellos que andan por el mundo a pie),con los que viajan por medios motorizados, no me siento particularmente predispuesto a aceptar objeciones ni cuestionamientos de quienes no lo hayan atravesado de la misma mane   La salida de Addis fue el punto de arranque de nuestro largo escape de Etiopía. Ya habíamos pasado mes y medio en el país y nuestro estado anímico general y nuestra predisposición se deterioraban exponencialmente cada día extra que pasábamos en este. Salir de Addis fue inusualmente tranquilo, pasando casi desapercibidos sin ser molestados por nadie. Tanto que al final del segundo día, un aire de optimismo nos llenaba los pulmones, lo peor parecía

Un engendro urbano llamado Addis Ababa

ADVERTENCIA: muchos de los comentarios y opiniones que leerán a continuación podrán resultar muy ásperos, pero prometo que son el más fidedigno reflejo de la experiencia frecuentemente miserable de cruzar Etiopía en bicicleta. Dada la radical diferencia que existe entre quienes viajamos en bicicleta por este país (y de aquellos que andan por el mundo a pie),con los que viajan por medios motorizados, no me siento particularmente predispuesto a aceptar objeciones ni cuestionamientos de quienes no lo hayan atravesado de la misma mane   Ya lo he contado más de una vez y me gusta recordarlo: las entradas a (y salidas de) las grandes ciudades del mundo en bicicleta no son fáciles y raramente son experiencias sencillas. Es un proceso de mucha tensión donde uno tiene que ir buscando el camino correcto en una metrópolis completamente desconocida, a medida que necesita ponerse mucha concentración para protegerse de un tráfico que es potencialmente peligroso a cada momento. Sumado a eso, en

Where are you go?

ADVERTENCIA: muchos de los comentarios y opiniones que leerán a continuación podrán resultar muy ásperos, pero prometo que son el más fidedigno reflejo de la experiencia frecuentemente miserable de cruzar Etiopía en bicicleta. Dada la radical diferencia que existe entre quienes viajamos en bicicleta por este país (y de aquellos que andan por el mundo a pie),con los que viajan por medios motorizados, no me siento particularmente predispuesto a aceptar objeciones ni cuestionamientos de quienes no lo hayan atravesado de la misma mane Luego de 4 días descansando en Wukro, recuperando un poco gracias al Padre Ángel y su obra, la fe perdida en los etíopes, emprendimos el largo camino hasta Addis Ababa. Decenas de pasos de montaña habíamos pasado ya para llegar al Tigray y cruzarlo, soportando el infatigable hostigamiento de los demonios etíopes, y decenas de pasos nos faltarían para llegar a la capital del país, pero por primera vez en un mes, para nuestra sorpresa y alivio, experi