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La bici-senda más larga del mundo


 Corea parece ser consciente de los problemas que está teniendo por exceso de tecnología y una población de adictos al trabajo y para tratar de compensar las nuevas "malas costumbres" emprendieron un proyecto de mega ingeniería que implicó reconfigurar el curso de los cuatro ríos más importantes del país para conectar el país entero a través de varias bici-senda. Esta es una manera también de no sólo hacer un uso exhaustivo de la energía hidraúlica sino también de motivar a la gente a andar en bicicleta brindándoles el espacio necesario para poder hacerlo de modo seguro y profesionalmente. Hoy Corea, aparte de la bici-senda de los Cuatro Ríos, que conecta Incheon con Busan ( de un extremo al otro del país) a lo largo de 700 km, tiene una creciente red de bici-sendas paralelas que conducen a varios puntos del país. Muchas otras están en construcción y la idea es conectar de manera completa todo el país a través de bici carriles. Pensamiento de avanzada como pocos, de este modo, las veces que un ciclista debe encontrarse con transporte motorizado son llevadas al mínimo. Con esto no sólo se soluciona el estrés de los ciclistas sino también el de los conductores, mejorando notablemente los niveles de seguridad. Como si fuera poco, el gobierno procuró configurar la bici-senda de modo que pase por las mayores atracciones del país. 


Rodar por la bici-senda, si bien no es aventura de ningún tipo, es un verdadero placer. Es evidentemente un lugar diseñado para uno. No es una simple línea de asfalto, es un camino perfectamente señalizado en su totalidad, urbanizado, provisto de luces, "ojos de gato", barandas y todos los elementos necesarios que un ciclista puede necesitar a lo largo de un camino. 


No son sólo los baños, ubicados con gran frecuencia, son también los centros de información que brindan mapas gratuitos perfectamente detallados (como si fuera posible perderse!), los parques, los sectores de varios kilómetros con altavoces sonando música clásica, las estaciones de reparación de pinchaduras, que incluyen un servicio gratuito y automatizado de máquinas para inflar las ruedas. Se ha pensado en todos y cada uno de los detalles, hasta pequeños adoquines que sirven de apoya-pie para no tener que bajarse del sillín a la hora de parar. 


Corea es un país 100% montañoso, y si bien la bici-senda circula en la mayor parte de su recorrido siguiendo el curso de los ríos, a veces las montañas se interponen igualmente; pero no es problema, porque la senda tiene sus propios puentes y túneles. 


El mega-proyecto vino también acompañado de decenas de represas que controlan el caudal de los ríos. Se las encuentra a lo largo de todo el camino y es por eso que los coreanos no han pasado por alto el impacto visual de las mismas, haciendo de estas esencialmente colosales obras de ingeniería, magníficas obras arquitectónicas. No hay una igual a la otra y todas son igualmente impactantes.


Las represas son casi siempre el puente de la bici-senda para pasar de un lado al otro de un río, por ello, toda la experiencia de cruzar una represa es visualmente atractiva. Durante las noches, las luces se encienden y quedan iluminadas tal como si fueran edificios emblemáticos.


Poco queda del mundo rural que no haya sido industrializado. La mayoría del poco espacio plano disponible para la siembra se usa para montar invernaderos enormes. Las vacas también encuentran reducido espacio en grandes galpones abierto en sus lados. En ellos tienen grandes ventiladores y altavoces tocándole a las vacas suave música clásica. Sí, así como lo han leído, no es broma. Hay una idea aquí y en Japón de que la carne es más sana si el animal no sufre estrés. Los campesinos hacen prácticamente todo a través de máquinas de última tecnología. Mis ojos daban vueltas al encontrar un tractor que empaquetaba fardos automáticamente de principio a fin. 


La recolección de frutas es automática y también está industrializado el proceso que le sigue. En octubre estábamos en plena época de kakis, a los mismos se los recolecta y se los cuelga en grandes galpones para dejarlos madurar y secar. 


Algo queda de trabajo manual de la tierra, pero ni siquiera en ese caso, los campesinos parecen padecer ni una porción de lo que le toca a sus colegas en los países no industrializados del mundo. Si es necesaria la mano, es para prolijamente hacer tendidos de modos sofisticados de siembra.


Pero el campo no es realmente el fuerte de Corea. Los espacios de campo en el país son como anécdotas que quedaron comprimidos entre las montañas y las super autopistas de alta velocidad que atraviesan todo el país de punta a punta. 


El camino en general, no es el más espectacular del mundo pero las montañas son bonitas y habiendo tenido la fortuna de haber llegado en otoño pudimos gozar de colores estupendos a lo largo de todo el camino. 


La tranquilidad es absoluta a excepción de los puntos de encuentro con las grandes ciudades. Siempre hay ciclistas en ella, usan a la senda para ejercitar, para ir de un lado al otro, para estar al aire libre o para mostrar su última adquisición. La cultura del ciclismo a partir de estos proyectos se disparó, y al ser una sociedad con un poder adquisitivo visiblemente altísimo, los coreanos nos pasaban volando con bicicletas que se levantan con el dedo meñique y cuestan números de 5 cifras. Todas, por supuesto, llevando todos los accesorios habidos y por haber, incluyendo por supuesto el porta Smartphone en el manillar, el cual pueden ir mirando mientras pedalean, no sea cosa que se salgan mucho tiempo de la  Samsung Galaxy en la que viven.


Pero la senda no es tan tranquila como podría ser. Corea del Sur vive en estado de alerta permanente, por no decir de paranoia, preparados para responder en todo momento a un encuentro bélico con sus renegados hermanos del norte liderados por un sádico megalómano. No hubo día alguno en el que el sonido de los jets de guerra no nos ensordeciera durante los ejercicios tácticos que se desarrollan en todo el país. La presencia militar es total, en todos lados, no sólo la local sino la de EE.UU, que tiene una base militar en el país con más de 30.000 efectivos militares y 70.000 personas más de servicios relacionados. En uno de los pueblos, todo el piso comenzó de repente a vibrar como si fuera un temblor, paramos las bicis, nos dimos vuelta y vimos los tanques. 


Locura armamentista aparte, quizás uno de los puntos más impactantes fue cruzar Gumi, el epicentro de la alta tecnología del país, al cual se refieren como el Silicon Valley de Corea. Gumi es la casa de casi todos los gigantes electrónicos de Corea, tanto la de las marcas comerciales conocidas como la de los productos de infraestructura como ser la fibra óptica, los semiconductores y tantas otras cosas. LG tiene muchas industrias en la zona, pero la sede específica de tecnología en pantallas, es tan grande que parece ocupar las hectáreas de un campo de soja en Argentina, es inabarcable con la vista. 
Con el pasar de los días nos fuimos desacostumbrando al encuentro con los vehículos motorizados. La bici-senda es de alguna manera un universo paralelo para ciclistas. Hay pocos o ningún motivo para salir de ella. Durante las noches se puede acampar en tantos de los lugares disponibles para esparcimiento, o a veces, es más fácil encontrar un gazebo tradicional y echar las bolsas de dormir allí mismo. 


Llegando a Busan, los ríos se vuelven más grandes antes de desembocar en el océano y las montañas están aún más encima de ellos. No es problema porque la senda se monta sobre un corredor "flotante"que pasa sobre las laderas o sobre el mismísimo río. 


Luego de 7 días tranquilos, completamos los 650 km desde Seúl hasta Busan. Es un camino bonito y sencillo pero nada extraordinario y desprovisto por supuesto de toda aventura. La contaminación es mayor de lo que esperaba, los cielos son generalmente grisáceos, si bien no como en China, pero lejos de un celeste perfecto. Por otro lado, desde un punto de vista social y tecnológico es realmente interesante. Es estar en la cocina del futuro cibernético, en un país que aún le queda hacer camino para llegar a ser como su vecino ultra-hiper-archi desarrollado, Japón, pero que no le falta mucho ya. No se puede seguir adelante porque ya no hay más país. Corea entera, con sus 60 millones de habitantes, tiene el tamaño de un pequeño pedazo de tierra en cualquier país grande, y a lo que han llegado y llegarán con tan poco espacio es motivo suficiente para quitarse el sombrero. Luego de pasar no menos de dos meses en cada país que cruzamos este año, 10 días en Corea se sintieron como un paso fugaz y casi desapercibido. Una vez en el puerto de Busan, a bordo de un ferry Japonés emprendimos las 10 horas de navegación hasta Fukuoka. 

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El día después

5.45 A.M. Abro los ojos. Dormí 2 horas y sufrí el resto. Las finas paredes de mi carpa dejan traslucir la primera luz del día. La selva está tranquila, los elefantes ya no están y muchos insectos ya se fueron a dormir cediendo el canto a los pájaros diurnos que ya comienzan a despertar. Cuando abro el cierre, veo finalmente el infierno en el que me encuentro. Como ya imaginaba, era la peor situación posible, la del barro no tan húmedo como para licuarse, pero lo suficiente como para volverse blando y espeso. Al salir de la carpa, miro a mi alrededor y soy consciente de que no sólo no iba a llegar a mi destino durante la noche, sino de que nunca podré llegar ni siquiera durante el día, al menos no rodando con la bici. Es hora de ponerme a pensar en alternativas.