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Pre-calentamiento en el altiplano



Hace tan sólo unos días he terminado una nueva travesía por el altiplano tibetano, la última del año a tan sólo un mes y medio de partir hacia la gran travesía por el mundo, y en este aspecto ha servido de excelente pre-calentamiento. También, a diferencia de todas las travesías anteriores, esta ha tenido el valor adicional de un fin personal, muy necesario y muy especial, lo que puso a la ruta misma en segundo plano. Los que me leen saben que este no ha sido un año fácil para mí y bueno, esta ha sido la oportunidad que he tenido de la vida para comenzar a reparar los pedazos de un año roto, un año que felizmente dejaré atrás y miraré con dolor y hasta miedo, pero también con el sabor de un nuevo despertar, el de haber crecido y aprendido mucho, quizás como nunca antes.

Ngonpo tso y la radiografía del desasosiego


 Julia, mi compañera de ruta y de vida, y yo, partimos desde la ciudad china de Xining 西宁, en el extremo noreste del altiplano tibetano en la originalmente provincia de Amdo. A pesar de estar sobre el altiplano, Xining es una ciudad principalmente habitada por la minoría étnica Hui 回族, chinos musulmanes, descendientes de la gente que se iba asentando a lo largo de la Ruta de la Seda (quienes trajeron consigo el Islam a China), de modo que la presencia de tibetanos en dicha ciudad es muy poca. Desde allí salimos en rumbo oeste hacia el inmenso Ngonpo Tso, o lago Qinghai 青海湖, como ha sido renombrado por los chinos Han. La vuelta entera a dicho lago es de unos 500km aproximadamente, a un promedio de 3300mts de altura. A lo largo del camino se pasa de lo bello y pacífico, en sus bordes norte y oeste, al extremo del horror en su orilla sureste. Es que su fácil y rápido acceso, por caminos de buena calidad y relativamente cerca de la ciudad, sumado a su natural belleza, lo han transformado en una de las atracciones turísticas favoritas de los chinos, lo cual es lo más similar a una tragedia. Junto a este lago, en diferentes puntos se puede verificar, desde los resabios de su belleza original, hasta la tristeza del genocidio cultural que vive la cultura tibetana bajo las inclementes acciones de un gobierno criminal que no escatima en arrasar hasta lo más intrínseco de una cultura que les es ajena.

 Esto se ve de múltiples maneras, desde los cambios en el medio ambiente hasta la influencia en la gente local. El enorme Ngonpo tso fue originalmente una tranquila tierra de nómadas donde centenas de tiendas se asentaban a su alrededor, cada una rodeada por yaks y cabras pastando en los alrededores, no había limitaciones ni delimitaciones territoriales de ningún tipo. Esto era el escenario real y no una mera descripción romántica de un paraíso imaginario, era realmente la tierra libre de los nómadas de la provincia de Amdo. Hoy el lago se encuentra rodeado de varias ciudades de considerable tamaño, algunas de ellas fueron construidas para el desarrollo nuclear que entre otras cosas ha contaminado drásticamente la calidad del agua del mismo y ha teñido el originalmente cielo azul del velo grisáceo que tiñe todo el este de China.
El programa de asentamiento forzado (de incentivo lo llaman cínicamente) de nómadas que impone el gobierno se manifiesta en las sórdidas y patéticas construcciones de casas en serie, que sin el menor criterio estético, funcional, de entorno y ni siquiera con un mínimo aceptable de calidad constructiva se levantan en hileras a lo largo de determinados sectores del lago. Muy pero muy poco queda de lo que tradicionalmente fue la más inteligente y evolucionada, y aún así ancestral arquitectura vernácula tibetana, desarrollada y perfeccionada a lo largo de siglos de entendimiento del entorno y las costumbres locales. Estos nuevos levantamientos, edilicios del "desarrollo" a la fuerza chino, la han desplazado y no es difícil imaginar la pesadilla que puede representar para un nómada acostumbrado a la libertad, ser forzado a vivir en una de estas casas. El gobierno chino llama a esto desarrollo, muchos lo llamamos genocidio y destrucción cultural.


 Lo que antes eran tierras abiertas donde no existían límites y se podía transitar libremente , hoy es una sucesión de tierras alambradas, parceladas y hasta muchas tomadas para cultivos industrializados en donde es muy difícil encontrar un hueco libre en el cual acampar en la naturaleza.Es curioso y paradójico que un gobierno que se dice comunista les haya enseñado (e impuesto) a los libres e inherentemente comunitarios nómadas tibetanos el concepto de la propiedad privada e individual.
   Las consecuencias de esto inciden obviamente en el comportamiento de la gente local, que sí, efectivamente vive libremente pero ha quedado reducida aciudadanos pobres de segunda categoría, que por un lado han quedado reducidos a desarrollar patéticas actividades orientadas a alimentar y entretener a los millares de turistas de la creciente clase media china que inundan la punta sureste del lago cada verano. Antes se encargaban de pastar sus yaks en la soledad de la inmensidad del altiplano, hoy peinan a sus yaks y los adornan para que la gente se saque fotos o den un paseíto en ellos por una mísera limosna. Todos tratando de sacar una tajada del turismo para sobrevivir a duras penas, desarraigados completamente de sus costumbres ancestrales. Y por otro lado, paralelamente haber desarrollado el sentido (y necesidad) de la avaricia por obtener dinero, algo antes desconocido para los nómadas, aquel sentido mercantilista y capitalista que todos los días va socavando las bases de la genuina hospitalidad por la cual esta cultura es tradicionalmente conocida.
Los fieles y devotos tibetanos antes hacían sus largos y virtualmente eternos caminos de postraciones a lo largo de senderos tranquilos, en paz, conectados con su mundo y su espiritualidad. Hoy lo hacen a lo largo de una ruta asfaltada donde los camiones del "desarrollo" los rozan a toda velocidad y rugiendo sin piedad, mientras los turistas suelen detener sus autos y fotografiarlos como si fueran animales en un zoológico.


  Afortunadamente, aún sobreviven ciertos sectores del lago lejos de las hordas y donde entre parcelas alambradas se abren algunos espacios que recuerdan a la vasta libertad de lo que alguna vez habrá sido esta parte del mundo, el resto es sólo el reflejo de un mundo en decadencia donde un puñado de malas personas con mucho poder imponen su reinado con egoísmo, avaricia y mano de hierro.


Caminos tranquilos y encontrar un respiro

Salir del lago por su punta sureste fue lo más similar a una pesadilla y para cuando agobiados por el ruido, el tráfico y los conductores maniáticos, alcanzamos el desvío de la ruta principal, la sensación fue como la de cerrar una ventana que nos aísla del intenso bullicio de un barrio caótico.
Los siguientes 200 kilómetros en camino al pueblo tibetano de Rebkhong fueron a través de pequeños pueblos en la montaña, muchos huis y también algunos tibetanos, a lo largo de una ruta muy tranquila, en buena condición pero que nos sorprendió con ascensos constantes y muy empinados. En tan relativamente corta distancia, nos tocó remontar varios pasos de entre 3600 y 3890 metros de altura, a veces desde tan abajo como 2400mts; y siendo la tercera semana del otoño, el frío por encima de los 3500 mts ya comenzaba a sentirse de verdad. El clima no ayudó, días generalmente grises que opacaban los vivos colores del otoño


Es en regiones como estas, las cuales obviamente no deben tener mucho rédito económico para ofrecer, donde se preservan los pueblos tradicionales en mejores condiciones. Las tierras están aradas en formas de terrazas adaptándose a la intricada geografía del lugar y la arquitectura vernácula de los pueblos pervive fundiéndose casi perfectamente con su entorno, haciendo de los pueblos algo mágico, secreto, mimetizados casi hasta lo invisible.

Finalmente, antes de llegar al descenso al río Amarillo, el sol nos regalo hermosas vistas de los pueblos de montaña


Reencontrarme con el Río Amarillo (6to río más largo del mundo y 2do más largo de China) fue de alguna manera una desilusión. El año pasado, mucho más profundo dentro del altiplano me había encontrado acampando junto a él en la soledad absoluta en uno de los escenarios más hermosos ( 1 y 2 ) en los que he estado; allí, donde todo eran grasslands verdes, caminos de tierra y asentamientos nómadas que aún logran escaparle a las garras del "desarrollo" chino. Sin embargo, en esta vuelta y quizás influenciado más que nada por el mal clima, los cielos grises y poluidos. el tráfico y ya en un sector del río que atraviesa poblaciones más grandes, la imagen fue buena, ya que el río es hermoso, pero no fue tan impactante.


Luego de avanzar bordeando el río por casi un día entero alcanzamos un pequeño poblado hui muy prolijo donde la dueña de un pequeño almacén nos ofreció el piso de una propiedad en construcción para poner echar nuestras bolsas de dormir y poder pasar la noche. Los hui son gente magnífica también. Como musulmanes, creo que deben estar dentro del grupo de los más tolerantes. Han convivido a lo largo de los siglos en armonía tanto con los Han como con los tibetanos y sin embargo han logrado mantener una fuerte cohesión en su comunidad. Viven muy unidos entre ellos y funcionan casi como una sociedad independiente y autónoma dentro de otra sociedad, y sin entrar en conflicto con la misma. Los Huis son muy amigables, de sonrisa sincera y simple. A pesar de ser muy religiosos parecen no tener prejuicios fuertes hacia la gente de otras costumbres y credos. Todas las mujeres llevan el típico chador hui en forma de capuchón de encaje negro que envuelve la cabeza completa y llega hasta los hombros, dejando claramente la cara al descubierto. Los hombres visten todos el mismo traje, el sombrerito blanco y es muy común verlos con barbas bien largas. Los Hui también tienen sus propias especialidades culinarias. A diferencia de los chinos Han, los fideos saltados toman el lugar del arroz en esta parte del mundo.


Dos famosos pueblos tibetanos y fuertes contrastes

 Luego de medio día de andar llegamos a Rebkhong, un pueblo originalmente 100% tibetano donde ahora, se vuelve a ver el esquema de ciudad que se repite ya en muchas pequeñas ciudades del altiplano tibetano. Una mitad 100% china, con su típica arquitectura barata, berreta, separada y desprovista de toda conexión posible con su entorno adosada a la fuerza a la otra mitad original tibetana, con sus templos, sus calles y mercados bulliciosos donde aún, a pesar de todo se respira un poco de la atmósfera original. La segregación es casi total. Es en estos pueblos donde cruzar de una calle a la otra permite ver tan pero tan claramente lo que la verdadera historia dice, y es que China y el Tibet son dos países y gentes completamente diferentes en todos y cada uno de los aspectos comparables. Saltar de una parte a la otra de estos pueblos es como cruzar una frontera entre países disimiles, cada uno con sus costumbres y sus idiosincrasias.


  Lamentablemente la parte más fuerte influencia a la más débil que fue absorbida, y espectaculares templos ancestrales de miles de años habitados por grandes comunidades monásticas, hoy son usados por el gobierno como "atracciones turísticas nacionales" cobrando una entrada para generar ingresos que van para todos menos para los tibetanos y demás está decir que es otro medio que pervierte y distorsiona los valores originales de los modos de vida tibetanos. Tratando de abstraerse de las cuestiones políticas y evitando mirar hacia el lado chino adosado a este pueblo, Rebkhong y el valle que la circunda son realmente espectaculares.


 El camino de Rebkhong a Labrang nos condujo río arriba, primero por cañones estrechos y precipicios y luego por inmensas grasslands. las mismas, a pesar de que ya estaban mayormente amarillas aún conservaban varios asentamientos de nómadas. Me impresionó mucho quizás la diferencia de carácter y espíritu de los tibetanos de esta región comparados con los de otras partes de la provincia de Amdo y Kham. Si bien la hospitalidad es el hilo conductor de su cultura, en esta región se los nota más apagados, más introvertidos, algo así como unas expresiones de "nuestra vida no es tan buena por aquí". No creo que sea casualidad al estar en una zona mucho más cercana al desarrollo aplastante de China que les pasa por al lado.  De todos modos, es un placer poder pasar ratos con ellos. Ser invitado a sus casas o tiendas, a comer, a pasar la noche, a recibir un poco de ese corazón abierto a quién pasa por allí a visitarlos. A pesar de estar más pegados a China, el idioma sigue siendo una gran barrera, ya que hablan casi únicamente el dialecto tibetano de la región.



 Durante el día, es un placer rodar estas grasslands inmensas, solitarias, virtualmente infinitas, ver las manadas de cabras en grupos o dispersas, que a veces aparecen como pintitas blancas sobre un gigantesco manto verde y amarillo de suaves ondulaciones. Los pastores, de tranquilo andar y pacíficas miradas vagabundean estas tierras de sol a sol, trasladando a sus manadas por las diferentes pasturas. A veces se juntan de a dos y me es difícil imaginar qué será que conversan todos los días, con vidas tan aparentemente monótonas (no digo esto en sentido negativo en este caso) y simples.


En los pueblos, de casas de adobe y barro, casi completamente herméticas hacia el exterior, y viviendo hacia adentro, hacia sus patios interiores, se respira un aire tranquilo, pueblerino, la tierra se ara a sangre con bueyes, y las tareas son arduas y pesadas, y a pesar de ello, la gente tiene espacio para detenerse a vernos, a hablar con nosotros, a sonreír al ver nuestras bicicletas, a intentar a hablarnos y hasta incluso bromear sobre las diferencias de nuestras vidas, nosotros cargando bicicletas pesadas y ellas, las mujeres, decenas de kilos en lana de cabra. 

Llegar a Labrang luego de estas tierras tranquilas y pueblitos solitarios es un shock, sobre todo cuando se entra por el lado chino de la ciudad. El mismo esquema que ya habíamos visto en Rebkhong se repite aquí aún más fuerte. Una increíble comunidad monástica de siglos de antigüedad, callejones laberínticos, polvorientos donde aparecen y desaparecen entre sus innumerables rincones, las siluetas de grupos de lamas que van de aquí para allá; paredes de adobe sin hay ventanas, sólo portales de madera y vida hacia patios internos. Enmarcando todo esto, un inmenso corredor perimetral que centenas de tibetanos circumbalan durante todo el día haciendo girar las ruedas de plegarias. 


Y finalmente, pegado a todo este maravilloso complejo una espantosa y horrorosa ciudad china, que no podría sentirse más ajena, más inadecuada, más impropia para estar donde esta. Hacia ella llegan millares de turistas chinos todos los años que se lanzan a recorrer las callejuelas de la comunidad monástica mirando y fotografiando a los tibetanos y a sus tradiciones como si fueran enanos de circo. He visto turistas chinos persiguiendo tibetanos que despavoridos huyen del acoso indiscriminado de las cámaras (aunque esto es un problema mundial de gente con cámaras independientemente de su nacionalidad). Por suerte, para cuando llegamos, el feriado nacional había terminado y la presencia de turistas era mínima, dejando este mágico lugar casi todo para nosotros.


Tanto su arquitectura como su ubicación son realmente impactantes, la escala, los colores, las texturas, es un mundo aparte y al contemplar el pueblo desde una loma imaginaba el cambio radical que deben haber sufrido sus habitantes con la invasión. Lo que será haber pasado de estar aislados en este lugar pacífico e idílico, anteriormente remoto, a la frivolización de ser reducidos a una mera atracción turística.
 Estos pueblos me recuerdan indefectiblemente a las culturas originales sudamericanas que fueron arrasadas por los españoles. Lo que habrán sido Machu Picchu y los Incas, antes de que Pizarro y sus secuaces llegaran para saquearlos, violarlos y exterminarlos completamente en nombre de la corona. Como positivo al menos el gobierno chino aún no ha podido exterminar a los tibetanos aún.


 A modo de aclaración quiero cerrar esta porción de texto (como lo he hecho antes también) que el problema no es con los chinos en sí mismos, con quienes convivo hace ya más de 5 años y a quienes quiero y aprecio profundamente. El problema es con los gobiernos y con la clase de dirigentes y personas en el poder, tanto en China como en todos los países del mundo, que promueven el abuso, el saqueo, el imperialismo impune sobre las culturas menos favorecidas y que le mienten y le lavan el cerebro a su propia gente para hacerles creer que están haciendo lo correcto. Hacia ellos se dirigen mis ataques con el fin de concientizar sobre la realidad a quienes leen, y no contra la gente de este maravilloso país que son en su mayoría tan víctimas como los mismísimos tibetanos. Recuerden, somos todos víctimas de gente muy diabólica con muchísimo poder, sin importar en dónde hallamos nacido.

 Mataderos al aire libre y mezquitas psicodélicas

Luego de 1000 km de recorrido llegamos al destino final, Lanzhou 兰州, ya fuera del altiplano. Una ciudad caótica entre montañas, atravesada por el río amarillo y principalmente habitada por los Hui. En su parte menos modernizada en los barrios tradicionalmente musulmanes se puede andar por mercados de ganado al aire libre, donde el interesado puede elegir su propio cordero.
 Luego el carnicero lo colgará de las patas, procederá a la irrevocable acción directa de ejecutarlo en público, lo decapitará, evacuará su sangre, quitará su cuero, perforará su cuchillo en su esternón para abrirlo al medio y hundir hasta sus antebrazos en él para quitarle los intestinos. Finalmente lo pondrá en una bolsa, lo pesará y lo cobrará (unos 100 usd por un animal de 25kg). Todo esto ocurre bajo la presencia no sólo de los transeúntes sino de los pobres corderos vivos que están delante viendo lo que les espera inmediatamente después. Es realmente difícil querer comer carne después de ver dicho espectáculo carnicero de sufrimiento animal.

 Las noches en la musulmana Lanzhou cierran como todas las noches de China, a puro neón y acá no se escatima entre lo espiritual ni lo material. La mezquita central es lo más parecido a una nave extraterrestre perteneciente a una película de ciencia ficción y está bañada en rutilante neón verde y encerrada entre autopistas con neón azul que le pasan por los lados. El capitalismo no queda afuera, el cartel que decora su fachada entera es la publicidad de un Banco. Qué tiempos!!


 Esta ha sido la última travesía por el altiplano ya que por el momento mi tiempo en China llega a su fin. El altiplano tibetano es mi lugar en el mundo y siempre volveré una y otra vez. Hoy felizmente ya no sólo no viajo solo, si no con la más hermosa compañía que pude haber imaginado durante tantos años de viajar y rodar el mundo en solitario, años en los que a pesar de ser muy feliz con mi soledad, no dejaba de pensar si algún día podría compartir esta vida tan intensa de aventuras junto a alguien que la sienta dentro tanto como yo. Hoy encontré a Julia y soy el viajero en bicicleta más feliz del mundo. Muchas aventuras están por venir pronto, estén alerta!.



Comentarios

  1. Excelente tu experiencia, contiene muchas ensenanzas mas de las que tu crees ,espero que las personas que lea esto se vea en este espejo, pues esta muy cerca de pasar algo parecido en un pais situado al norte de la america del sur, en una area con muchos minerales :oro diamante ,uranio etc..con poblacion indigena nomada y que esta casualmente poblandose de la misma gente que invadio el Tibet. Dios nuestro Padre Jehova de los ejercitos tenga misericoria de nosotros y nos libre de esa plaga.

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